jueves, 9 de enero de 2020

Loco

Qué contarle a un cuerdo que un loco no sepa.
Y es que el loco es loco por viejo, no por cuerdo.
El loco que es libre,
que se escapa a dónde le plazca.
Libre.
Libre excepto de su conciencia.
Conciencia que le mantiene esclavo del dolor...
dolores que pronunciados al viento
quizás cree posible curar con una sonrisa,
sin recordar que al final la sonrisa es solo un escaparate.
Y qué bonito escaparate.
Pero más que nadie saben los locos,
que el dolor de la muerte
ni veintidós cervezas puede paliar.
Y es que cuando morimos por dentro,
la locura se acentúa un poco más.
Después de tanta vida
un poco muertos sí que estamos.
Pero oye, también aún soñamos.

Tremendamente seguro de sí mismo
de quien lo tiene todo bajo control;
Cree tenerlo todo bajo control,
pero a su mirada le escapa la mesura,
la cordura, la censura...
la censura.
De este frío a tu calor solo hay unos grados,
entre dos rostros y una caricia, un tacto.
Entre el bien y el mal, un acto.
Y en realidad nada, no hay nada.
Nada. Mucho. Digo, nada.
En la cabeza del loco demasiado,
menos de lo que se puede permitir,
más, mucho más de lo que pueda
atreverse a decir, a hacer, a ser, a hacer...
Así que vierte su alma entre letras de tristeza,
excepto si es para psicoanalizar,
entonces se desnuda un poco más. 
Se pasa y culpa al cannabis, 
pero hasta el loco es consciente
de que entre el corazón y la mente
la primera nunca fue consecuente.
Hay palabras que no se las lleva el viento,
hay palabras que por no salir ahogan la respiración.
Y hay personas que ni te quitan el sueño ni te dejan sin aliento,
simplemente rompen tus estructuras...
¿He dicho simplemente?
No, no.
No hay nada de simple en romper esquemas
de las vidas de las gentes.

El loco que se evade del vacío en vicios,
se esconde en la risa sin someterse a la alegría.
Entonces, dime loco,
¿De qué te sirve entonces tallarte las comisuras?
¿Ha llegado alguien más allá de tu corbata?
A morderte el cuello, quizás...
¿Aprendió alguna vez el loco el quiz de la discreción?

No es el loco un alcohólico.
Es un bohemio que devora carencias antes de acostarse.
Vuelan aforismos del arte en su mente
y no puede dormir.
El loco tiene miedo de soñar con el arte,
porque cada sueño es una alucinación
que le transporta al reino de los cielos.
Miedo de que sus ojos impúdicos
conviertan el arte en realidad entre sus manos.
Arte que hace desentenderse de lo importante.
Sombra de lo que es evidente.
Miedo al maldito arte cuyo catarsis parece inalcanzable.
Al loco le gusta el arte que le gusta al loco,
en el que se desahoga y encuentra paz.
Las cerezas rojas del arte bailan
al unísono conjuro de su risa y
no se pueden comer. No se han de comer,
el loco se las quisiera comer...
qué hambre da esto del arte.
El loco sabe que ante todo, 
ha de ser responsable con el arte.
Gracias loco, por ser responsable con el arte.